Published On: 8 julio 2024

Como cada año, el verano nos alcanza y con él, el dilema de cada año sobre qué crema solar utilizar, si será buena para la piel, si se puede usar de forma prolongada, etc. Sabemos que el sol, tan imprescindible para la vida, también es altamente nocivo si su exposición es inadecuada y excesiva. De hecho, según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer, la incidencia del cáncer de piel ha aumentado cerca de un 40% en los últimos 4 años, diagnosticándose unos 78.000 nuevos casos al año en España. Estas cifras invitan a tomarse en serio la decisión sobre la protección solar a escoger, además de incorporar medidas adicionales fundamentales como evitar la exposición prolongada, en horas de máxima intensidad, cubrirse con vestimenta, sombreros y gafas de sol, entre otras.

A la batería de dudas y ante la infinidad de productos del mercado, se añade otra preocupación creciente en los últimos años, tan relevante como lo es nuestra propia salud, como desconocida para muchos consumidores: el impacto medioambiental de muchos de estos productos en los ecosistemas acuáticos.

El impacto medioambiental de los filtros UV

Los filtros solares UV, son los compuestos químicos que nos protegen de la radiación UVB y UVA, se han encontrado en los lugares más remotos del planeta, desde la Antártida hasta los arrecifes de coral del Pacífico. Sin ir tan lejos, son sustancias localizadas hasta en los huevos de las aves silvestres del Parque Nacional de Doñana (Huelva), según un estudio del IDAEA-CSIC realizado en 2017.

White Stork | Florian Dormann

“Se trata de un hallazgo relevante porque demuestra que la madre ha transferido el contaminante antes de la puesta, antes de que el ave se haya desarrollado y se haya expuesto al medio ambiente”, explica la Dra. Silvia Díaz Cruz, autora principal del estudio y Científica Titular del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC).

El problema es que los filtros UV no se encuentran únicamente en cremas solares, sino también en multitud de productos como cosméticos, pinturas, textiles, etc. Cada vez hay una presencia mayor de estos compuestos incidiendo directamente en nuestra salud y en la de nuestro entorno natural. El IDAEA también ha detectado recientemente, y por primera vez, once compuestos químicos en la sangre del cordón umbilical de bebés recién nacidos, entre los que se encuentran filtros solares UV y parabenos ampliamente empleados en cremas solares y otros productos de cosmética. Este estudio es continuidad de dos estudios previos coordinados por la Dra Díaz Cruz sobre la existencia de estos compuestos en placenta y leche materna.

¿Qué significa la presencia de estos compuestos en los organismos?

El impacto de los filtros solares UV en los ecosistemas es global, aunque es aún más notorio en aquellos más vulnerables como las zonas coralinas y en aguas poco profundas, debido a la concentración mayor de los productos, entre otras cosas por el aumento del turismo y las actividades acuáticas. Se ha demostrado que provocan blanqueamiento de los corales, así como deformaciones y alteraciones durante su crecimiento. También tienen el potencial de disminuir la densidad de algas debido a que restringe la función clorofílica, provoca malformaciones en las conchas de bivalvos, alteran el sistema inmune, la reproducción y provocan malformaciones en erizos de mar, disminuyen la fertilidad en peces y afecta su función motriz impidiéndoles escapar de sus presas, entre otros muchos efectos

En el Mediterráneo, los filtros solares suponen un riesgo preocupante para la Posidonia oceánica, una especie endémica y fundamental para mantener las aguas cristalinas y preservar la dinámica sedimentaria, que actúa como refugio de numerosas especies animales y constituye una importante área de producción de oxígeno. Se ha comprobado que, bajo la inhibición de la función clorofílica, las praderas de posidonia en las Islas Baleares han disminuido su densidad y dimensión. Ello implica una menor eliminación y fijación al sedimento del CO2 y una menor generación de oxígeno que sirve a los organismos marinos. Además, al disminuir el tamaño de las praderas, los organismos tienen menor espacio para habitar (esconderse, alimentarse, reproducirse…) y los fondos marinos quedan más expuestos a ser erosionados por las corrientes, al igual que las costas.

Posidonia oceánica. Benjamin Jones | Coral reefs. Naja Bertolt Jensen

En cuanto a su impacto en el ser humano, los hallazgos de las diversas líneas de investigación indican que algunos de estos compuestos son disruptores endocrinos, es decir, son sustancias químicas capaces de interferir con el sistema endocrino de los organismos. Estos disruptores pueden imitar, bloquear o alterar la acción de las hormonas naturales cuando penetran y se acumulan en nuestro organismo, lo que puede provocar una variedad de efectos adversos en la salud. Las hormonas regulan muchas funciones esenciales del cuerpo, incluyendo el crecimiento, el desarrollo, el metabolismo y la reproducción.

“Los filtros químicos como la benzofenona-3 (oxibenzona), el filtro UV más utilizado hasta hace poco a nivel mundial para la protección solar y que actualmente está prohibido en algunos países, aumentan el riesgo de endometriosis, infertilidad, problemas durante la gestación y el parto”, añade la Dra. Díaz Cruz.

La investigadora también señala que la avobenzona, otro filtro habitual en cremas solares y otros productos de higiene y cuidado personal, puede interferir con la acción natural de los estrógenos y favorecer el desarrollo de obesidad infantil.

Entonces, ¿qué buscar en las etiquetas de las cremas?

Actualmente, hay evidencia científica que señala varios compuestos que están presentes en los productos de grandes marcas comerciales, aunque no están prohibidos en Europa como sí lo están en ciertos lugares como Hawai, Palau, Bonaire, Tailandia, Mexico, Islas Marshall e Islas Vírgenes. Estos compuestos a evitar son la benzofenona 3 (oxibenzona o BP3), el ethylhexyl methoxycinnamato (octinoxato o EHMC) y el octocrileno (OC). Este último, se encuentra actualmente bajo investigación a nivel europeo por la ECHA (…..) y se está valorando rebajar su cantidad en los protectores solares en Francia.

Por ello, la recomendación de la Dra Díaz-Cruz es utilizar productos a base de compuestos inorgánicos (minerales) como el dióxido de titanio (TiO2) y el óxido de zinc (ZnO), siempre que no sea en forma de nanopartículas ya que entonces podrían traspasar la barrera celular. Si no se encuentra indicado en la etiqueta no debemos preocuparnos por este hecho.

Es, por lo tanto, una contradicción emplear productos potencialmente peligrosos para protegernos de los peligros del sol, cuando la ciencia puede aportar sus conocimientos para formular con otros compuestos productos que no supongan un riesgo ni para el consumidor ni para el medio ambiente. Mientras la legislación actúa para eliminar estas sustancias de los productos que nos rodean, los ciudadanos serán los que de forma proactiva puedan decidir cuáles comprar y cuáles evitar si están debidamente informados, algo que también ejercerá una presión superior sobre la industria y las administraciones. Igualmente, conviene recordar que nuestra salud, la de los animales y las plantas son interdependientes y se encuentran vinculadas directamente con los ecosistemas. Por ello, lo más aconsejable sería utilizar únicamente aquellos productos que la ciencia avale como seguros.

Por el mismo motivo, si en un futuro se apuesta por la dispensación gratuita de protectores solares en espacios públicos, medida que está valorando el Ministerio de Sanidad para ayudar a reducir la incidencia de melanomas y otros cánceres de piel, la iniciativa será plenamente positiva si también se tiene en cuenta el medio ambiente. Para ello, será necesaria una toma de decisiones informada a través de los conocimientos que aportan los científicos.

Iria Sambruno

Comunicación y divulgación | IDAEA