Published On: 21 marzo 2025

Según el informe Cuando el agua dulce se vuelve salada del CSIC, se estima que, a nivel global, uno de cada tres ecosistemas de agua dulce está salinizado. En España, datos oficiales proporcionados por las Confederaciones Hidrográficas indican que un 28% de los ríos están salinizados. Además, encontramos que, en las ciudades, las depuradoras sólo eliminan un 20% de la sal generada a través de los usos domésticos.

Estos datos reflejan una realidad preocupante: la salinización de las aguas dulces es un problema ambiental global que afecta a los ecosistemas y a su biodiversidad.

La sal como contaminante ambiental

Las sales son compuestos naturales que se originan por la disolución de rocas y otros sustratos geológicos. Su concentración varía entre ecosistemas: ≈0,5 g/L en aguas continentales, ≈35 g/L en el mar y >300 g/L en salmueras. Entre estas últimas están los salares: depósitos naturales de sales minerales en donde las salmueras que rellenan los poros y cavidades de sus acuíferos constituyen una fuente clave de litio para baterías y medicamentos. En el extremo opuesto, las masas de agua dulce tienen la menor proporción de sales, pero siempre contienen una cierta cantidad en disolución. Mientras que los salares son ecosistemas naturalmente hipersalinos, en otros ambientes la acumulación excesiva de sales es consecuencia de actividades humanas.

Ecosistemas de lagunas en la zona marginal del salar de Atacama, el yacimiento de litio más grande del mundo. | Miguel Ángel Marazuela

El hecho de que la sal sea un compuesto natural ha llevado a negar su impacto ambiental, un fenómeno que el investigador Santiago Gorostiza de la Universitat Autònoma de Barcelona denomina la ‘naturalización de la contaminación’.

“La sal en sí misma no es un contaminante, pero su exceso sí que lo es porque altera el equilibrio del ecosistema. A través de actividades como la agricultura o la minería estamos incrementando la concentración de sales y alterando el balance natural de iones en el agua”, explica Miguel Cañedo-Argüelles, investigador del IDAEA-CSIC.

La salinización, al igual que la contaminación por nutrientes (fertilizantes), ha sido subestimada porque sus compuestos existen de forma natural.  Elementos como el fósforo, por ejemplo, están presentes de manera natural en los suelos y el agua. Sin embargo, la evidencia científica ha ido demostrando que la sobrefertilización altera los ecosistemas, causando proliferaciones masivas de algas y mortandad de peces, entre otras consecuencias, lo que ha llevado a implementar regulaciones para limitar su uso. Del mismo modo, la gestión de la salinidad en los ecosistemas de agua dulce requiere mayor atención y medidas de mitigación.

Causas de la salinización de los ecosistemas acuáticos

Las actividades humanas que más contribuyen a la salinización del agua tanto en España como a nivel global son las siguientes:

  • Agricultura
    Sobre todo por parte de aquellos cultivos que necesitan un riego intensivo, ya que el agua de riego se evapora dejando sales en el suelo, que luego se infiltran en ríos y acuíferos. Además, los fertilizantes aportan iones como el sodio, potasio, sulfato y cloruro, que contribuyen a la salinización.

El ciclo antrópico de la sal. | Freepress Coop

  • Minería
    La extracción de carbón y otros materiales exponen las sales naturales de las rocas al exterior, lo que favorece que éstas sean lavadas y transportadas hacia los ecosistemas de agua dulce. Un caso muy conocido son las minas del Bagès en Cataluña, donde la extracción de potasa ha generado residuos salinos de tal magnitud que los han convertido en una montaña enorme de sal que sobresale por encima de las montañas circundantes. Estas sales, dispuestas en una montaña sin ningún tipo de aislamiento, se disuelven con la lluvia y la humedad, contaminando el agua subterránea y los cursos de agua superficial. El río Llobregat es un buen ejemplo de ello.
  • Desalinizadoras
    Al eliminar la sal del agua, producen unos residuos líquidos con alta concentración en sales (salmueras) que se vierten al mar o a los ríos, afectando a todo el ecosistema asociado. Además, suponen un gasto energético elevadísimo. Según Miguel Cañedo- Argüelles, las desaladoras “deberían utilizarse en momentos puntuales de emergencia, cuando hay sequías o problemas de abastecimiento, pero no son una solución a medio-largo plazo, no solo por su potencial impacto ecológico sino también por la alta demanda de energía que comportan.”
  • Fundentes de carreteras
    En invierno, se vierte sal común (cloruro sódico) en carreteras para evitar la formación de hielo y asegurar la seguridad vial. Sin embargo, esta sal termina arrastrada por la lluvia hacia ríos, lagos o sistemas de aguas subterráneas. En EEUU y Canadá este problema está muy documentado y actualmente se están estudiando alternativas y regulando su uso.
  • Aguas residuales urbanas
    Diversos productos de uso doméstico e industrial, como detergentes, productos de higiene o la sal del lavavajillas contienen sales. El problema es que las depuradoras sólo eliminan un 20% de las sales de las aguas residuales, por lo que su vertido a los ríos aumenta significativamente la salinidad.
  • Cambio climático
    La sobreexplotación de acuíferos y la subida del nivel del mar hacen que el agua salada penetre tierra adentro, en lo que se conoce como intrusión marina. Además, las sequías hacen que circule menos caudal de agua por los ríos y, por tanto, que haya una menor capacidad para diluir las sales y una menor resistencia a la intrusión salina.

Medidas actuales para abordar la salinización

Ante la diversidad de fuentes que contribuyen a la salinización, las soluciones deben abordarse desde múltiples frentes.

Para empezar, habría que revisar los límites actuales y establecerlos de manera sistemática, robusta, transparente y basada en evidencia científica, lo que no sucede en la actualidad. Para ello sería necesario combinar estudios ecológicos de campo con ensayos controlados en laboratorio. Los resultados permitirían establecer umbrales ecológicos en respuesta a la salinización que informen la elaboración de políticas públicas.

Por otra parte, a pesar de que la investigación sobre la salinización lleva más de dos décadas avanzando, las administraciones públicas aún no han incorporado medidas efectivas para abordar el problema.

“Lo más probable es que las medidas vengan de la Unión Europea, a través de la actualización de la Directiva Marco del Agua y, a partir de ahí, los diferentes países adapten estas regulaciones a sus casos particulares”, indica Miguel Cañedo-Argüelles, que reconoce que todavía hay mucho camino por recorrer, ya que la mayoría de los países europeos no han adoptado medidas de gestión de la salinización de los ecosistemas de agua dulce.

La implicación de los países en este asunto es muy dispar y depende de si han padecido problemas graves relacionados con la salinización. Por ejemplo, Australia lidera la regulación de este problema a nivel mundial después de haber sufrido una salinización severa de suelos y cuencas fluviales (por ejemplo, la del Murray-Darling) debida al reemplazamiento de la vegetación arbórea por cultivos que produjo una subida del nivel freático y diluyó las sales del suelo. En respuesta, Australia implementó un sistema de créditos que limitaba la cantidad de sales que se podían verter al río, lo que les ha permitido mantener la concentración de sales dentro de unos límites razonables.

En Europa, algunos episodios recientes han obligado a las administraciones a reaccionar. Un caso llamativo es el del río Odra en Polonia, en donde en  el verano del 2022 se recogieron decenas de toneladas de peces nuestros a consecuencia de la proliferación de cianotoxinas asociadas a la salinización del río, lo que ha hecho encender las alarmas y plantear un modificación de la normativa existente.

Estos ejemplos demuestran que todavía queda mucho por hacer para abordar el problema de la salinización y proteger nuestros ecosistemas de agua dulce.

La investigación del IDAEA sobre salinización

En el IDAEA, abordamos la salinización desde dos campos de estudio:

  • Hidrogeología: Desarrollamos modelos numéricos para comprender procesos clave como la intrusión salina y la distribución de las reservas de agua dulce subterránea en islas y acuíferos costeros o el impacto de la minería del litio en los salares andinos. Una de las estrategias que se están investigando es la reinyección de las salmueras generadas durante la extracción del litio.

“Aunque esto implica volver a introducir agua salina en el medio, estas inyecciones pueden contribuir a mantener el equilibrio de salmuera y sales en el subsuelo y, por tanto, ayudar a conservar estos ecosistemas hipersalinos que están cada vez más amenazados por la explotación intensiva de sus salmueras debido a la creciente demanda de litio”, señala Miguel Ángel Marazuela, investigador del IDAEA-CSIC.

  • Ecología: Estudiamos los efectos de la salinización sobre los ecosistemas acuáticos tales como ríos, lagos y humedales. Además, realizamos estudios toxicológicos en organismos modelo como las Daphnias para evaluar su impacto en la biodiversidad. Recientemente los investigadores Carlos Barata Martí y Miguel Cañedo-Argüelles participaron en un estudio mundial sobre el efecto de la salinidad en poblaciones de Daphnia pilicaria procedentes de Norte América, Europa y Asia. Los resultados obtenidos mostraron que la salinidad tiene un impacto elevado en dichas poblaciones: las poblaciones más tolerantes a la salinidad eran las que vivían en hábitats más salados.

El proyecto SALBIA, liderado por Miguel Cañedo-Argüelles, estudia el impacto de la salinización en el río Gambia. | Laura Carrau

A pesar del problema medioambiental que supone la salinización, todavía siguen siendo pocos los grupos de investigación en España que trabajan en este tema. Uno de ellos es el proyecto REMOTE entre el instituto IMDEA Agua y el IDAEA-CSIC, cuyo objetivo es estudiar el destino, impacto y mitigación de las partículas liberadas por neumáticos y las sales procedentes de fundentes invernales en ríos y arroyos de Parques Nacionales de Alta Montaña.  El empleo de fundentes en las carreteras de estos Parques podría estar provocando el incremento de la salinidad de los ecosistemas adyacentes. Además, a través de la abrasión mecánica de los neumáticos con la superficie de la carretera, se liberan continuamente partículas de caucho que contienen una gran variedad de aditivos, como metales pesados o hidrocarburos aromáticos policíclicos, y que también podrían alcanzar los ecosistemas acuáticos a través del agua de escorrentía.

“Los resultados del proyecto nos permitirán identificar ríos y arroyos sometidos al incremento de la salinidad y a la presencia de partículas liberadas por neumáticos y aditivos asociados, así como identificar taxones sensibles como posibles indicadores de la entrada de estos contaminantes”, indica Paula Redondo Hasselerharm, investigadora de IMDEA Agua e investigadora principal del proyecto.

Acciones individuales frente a la salinización del agua

La investigación es clave para entender y tratar el problema de la salinización, pero también es importante preguntarnos qué podemos hacer como sociedad para abordar esta situación. Debido a que la salinización todavía no ha llegado con fuerza a la administración pública como un problema que se debe regular y estudiar con mucha más atención, actualmente no hay muchas alternativas que podamos tomar a nivel personal. Productos cotidianos que generan residuos salinos como detergentes o la sal del lavavajillas apenas cuentan a día de hoy con opciones libres de sales en el mercado que podamos comprar como consumidores.

“Lo que sí podemos hacer es organizarnos a nivel ciudadano y de manera local para presionar y exigir soluciones a las industrias responsables de la salinización”, concluye Miguel Cañedo-Argüelles.

En Cataluña, plataformas como Boicot ICL, Prou SAL, o MontSalat se dedican a monitorizar la salinidad de los ríos y a emprender acciones legales contra las industrias contaminantes. Otras organizaciones más generales sobre salud de ríos y ecosistemas acuáticos son Taula del Llobregat, Projecte Rius o la Fundación Nueva Cultura del Agua.

Mientras la regulación avanza, la investigación y la acción ciudadana seguirán siendo esenciales para frenar la salinización y proteger nuestros ecosistemas de agua dulce.

Alicia S. Arroyo
Comunicación y Divulgación | IDAEA