El nuevo informe de “Ciencia para las políticas públicas” recopila la evidencia científica existente sobre el aumento de la concentración de sales en los ecosistemas de agua dulce. Explica las principales causas e impactos, a la vez que propone medidas para mitigar este problema global y creciente.
La salinización de los ecosistemas de aguas continentales es una de las amenazas ambientales y sociales más extendidas y, al mismo tiempo, desatendidas de este siglo. Es un problema de escala mundial, aunque con impacto desigual: ocurre principalmente en zonas áridas y donde hay menos control sobre las actividades humanas que la causan o agravan.
Entre estas actividades humanas se incluyen la sobreexplotación de recursos hídricos, la minería, la agricultura (especialmente de regadío) y la ganadería intensivas, así como procesos industriales que generan residuos salinos (como los de las desaladoras, que producen grandes cantidades de salmueras que acaban en los ecosistemas). El informe también detalla otras causas de salinización directamente relacionadas con nuestras actividades, como la entrada a los ríos de aguas residuales procedentes de estaciones depuradoras. A esto se suma el cambio climático, también derivado de la acción humana: el aumento de la intensidad de las sequías y otros fenómenos extremos y la subida del nivel del mar contribuyen al problema.
En el Estado español, se estima que el 28% de la red hidrográfica tiene niveles preocupantes de sales. El impacto, al igual que en el resto del mundo, es también heterogéneo, con zonas muy afectadas y otras donde no es un problema (al menos, todavía). Donde hay mayor concentración de sales, se ha constatado una drástica disminución de la diversidad de especies, perdiéndose todos aquellos seres que no pueden sobrevivir en ambientes salinos. Esto afecta gravemente al funcionamiento de los ecosistemas y a los beneficios que obtenemos de ellos, los llamados “servicios ecosistémicos”, como la purificación del agua y la regulación climática (se ha observado que en las zonas más salinizadas se emiten más gases de efecto invernadero).
El aumento de la concentración de sales en ríos, lagos, humedales y acuíferos también tiene consecuencias muy negativas para las personas. El exceso de sal en el agua de consumo humano deriva en problemas de salud, como disfunciones renales, preeclampsia, hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares. Además, hay impactos socioeconómicos, ya que numerosas actividades se ven afectadas.
Esta es parte de la información contenida en el informe “Cuando el agua dulce se vuelve salada: retos científicos y de gestión de los ecosistemas acuáticos” de la colección “Ciencia para las políticas públicas” del CSIC. En él se destacan las causas y consecuencias de la salinización de las aguas continentales, un problema que sigue aumentando en todo el mundo. El documento, elaborado por, entre otros, la investigadora del CEAB-CSIC Eugènia Martí, también propone estrategias para combatirlo, ofreciendo información clave para orientar tanto políticas y actuaciones públicas como acciones privadas capaces de mitigarlo.
Recomendaciones para pasar a la acción
El informe recuerda la necesidad de seguir investigando para comprender mejor los mecanismos y los impactos de la salinización, al mismo tiempo que insta a aplicar el conocimiento científico ya disponible para diseñar e implementar acciones dirigidas a mitigar esta grave problemática.
Propone cambios en el marco normativo, como reducir el nivel permitido de conductividad de las aguas, que actualmente se encuentra por encima de los valores considerados seguros para la biodiversidad. Sugiere además muchas otras acciones concretas para reducir las emisiones de sales, dirigidas tanto al sector público como al privado. Por ejemplo, modelos y métodos más sostenibles para agricultura, industria y minería (para la que se recomienda el uso de técnicas de “backfilling”). Dentro del apartado de recomendaciones más sencillas está sustituir la sal por otros productos biodegradables para cubrir carreteras ante heladas.
En definitiva, el documento ofrece soluciones tangibles para afrontar la salinización del agua dulce. Además, aboga por la protección de los ecosistemas vulnerables y por un cambio de modelo basado en el uso racional y sostenible de los recursos naturales, así como en la conciencia de la vinculación indisoluble entre la salud humana y la de los ecosistemas.
“La salinización no solo afecta a la naturaleza, sino también a las comunidades humanas que dependemos de estos recursos y del entorno”, afirma una de las investigadoras que ha elaborado el informe. “Es urgente integrar este problema en las agendas climáticas y ambientales”, subraya Eugènia Martí, del CEAB-CSIC.
El informe contiene sólida evidencia científica, generada en centros e institutos del CSIC, recopilada, priorizada y tratada por el equipo de expertos que lo ha elaborado. El conocimiento científico ha sido transformado en aportaciones accesibles a un público no especializado para orientar políticas públicas, acciones en el sector privado y a nivel ciudadano. Representa, por tanto, una herramienta para administraciones, empresas, entidades y particulares interesados en abordar este desafío ambiental y social.
El documento ha sido elaborado por los investigadores: Miguel Cañedo-Argüelles (IDAEA-CSIC), que lo ha coordinado, Eugènia Martí Roca (CEAB-CSIC), Miguel G. Matias (MNCN-CSIC), i Marta I. Sánchez (EBD-CSIC).
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Artículo original publicado en CEAB-CSIC